Entrevista con Frank García Hernández, organizador de la primera Conferencia Internacional sobre Trotsky en Cuba: Parte II
Alex Steiner, Nueva York, 6 de junio de 2019
F.G.H.
Los
alemanes dicen que la realización de toda empresa cuenta de un 80% de
planificación y 20% de ejecución. Las dificultades, que fueron muchas, se
presentaron principalmente en ese 80%. La planeación estuvo afectada, en buena
medida, por los prejuicios que aún existen en Cuba sobre Trotski. Esto hizo que
algunos decisores tuvieran cierta predisposición negativa y por tanto al inicio
fue muy difícil la organización. Pero después, poco a poco, la preparación fue
fluyendo, mucho más cuando llegaron los compañeros del Instituto de Filosofía.
Y el otro gran problema que afrontamos fue la cuestión económica que, en
esencia, fue salvada por la alianza que hizo el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y el Instituto de Filosofía. Ya después en la
práctica fueron surgiendo otros problemas, inesperados algunos, otros
previstos. Pero eso es algo normal.
A.S. How would you
judge the success or failure of the Conference. (I thought it was a
great success despite some problem we
had like not enough time for all the participants.)
F.G.H. Cometimos un gran error: ser muy
condescendientes. Hasta el último momento hubo participantes que cambiaron el
nombre de su exposición, de ahí que el primer día no tuvimos programa impreso.
A raíz de esa condescendencia y en buena medida dado también por problemas
económicos, los paneles se sobresaturaron. Intenté aceptar todos los artículos
que se enviaban. No quería limitar que llegara conocimiento a Cuba. Ya yo había
pasado por el mal momento de tener que renunciar a un amplio público
extranjero: 192 solicitudes del mundo entero.
Era ese público o el público cubano; era ese público o que vinieran
especialistas. Por lo tanto, si hubiésemos tenido un mejor financiamiento –que
no era posible: atravesamos hoy en Cuba una muy fuerte crisis económica-,
entonces habríamos realizado un congreso de cuatro días. Hubiera existido el
tiempo para inaugurar la exposición de las fotos de León Trotski que trajo la
Casa Museo de León Trotski y hubiéramos asistido a un encuentro académico
internacional de más de 200 o 300 personas. Además, también por razones
económicas y también técnicas, fue imposible la traducción simultánea y las
exposiciones se demoraban el doble del tiempo planificado. Algo que restó mucha
calidad. Esto trajo como consecuencia que en algún momento alguien sin mi
consulta y sin mi presencia decidiera eliminar las preguntas y respuestas. Pero
en esencia creo que el evento fue un éxito. Dejó la semilla para algo que será
lo que más agradecerá el pueblo cubano: la publicación de los artículos
académicos que se trajeron y los debates que suscitaron. Por primera vez en
Cuba una editorial cubana publicará un libro sobre Trotski y los fenómenos
políticos, históricos, sociales y culturales que se generaron en torno a este
bolchevique.
A.S. How would you characterize the attitude of
the Cuban government toward this Conference?
F.G.H. La respuesta fue la esperada. En Cuba nunca
se ha dicho que Trotski no es lo que los camaradas soviéticos dijeron que era.
Fidel Castro, en su famosa entrevista con Ignacio Ramonet hecha en 2006, que en
Cuba la conocemos como Cien horas con
Fidel, dijo en tono positivo que, comparando a Stalin con Trotski este
último, sin dudas, era el más intelectual de los dos. Viniendo del Comandante
en Jefe es algo muy importante pero a la vez es algo que no se supo, en buena
medida porque era una frase más en un libro de 800 páginas donde otros temas
robaron más la atención del público cubano, para quien, además, Trotski y
Stalin les resultaban problemas extemporáneos y supranacionales. Creo que fue
una de las pocas veces que Fidel habló de ello. Entonces, tan discreta como
fueron esas palabras del líder de la revolución cubana sobre Trotski, tan
discreta fue la actitud del gobierno para con el congreso.
A.S. Can you explain why there is a hunger for
reading the works of Trotsky among the Cuban people?
F.G.H. Es lógico. En algún momento ha sido
censurado. Nunca se ha publicado en Cuba. Con eso basta. Y si es verdad que en
realidad no existe nada legal que lo diga, el simple hecho de que en el tiempo
de la URSS se vetara a Trotski crea un mito en torno a él: el mito de lo
prohibido. Después, Leonardo Padura publica su excepcional novela sobre Trotski
llamada El Hombre que Amaba los Perros. Padura es muy conocido en Cuba pero
todos saben que no es el autor preferido por el sistema. Entonces, la novela sirvió para crear toda
una expectativa en torno al viejo bolchevique. Muchos se enteraron de las
purgas y persecuciones dirigidas por Stalin gracias a ese texto, que además,
fue publicado en una tirada pequeña, no por culpa del gobierno, sino por
restricciones que establece la editorial española que publica al escritor
cubano –aunque estoy seguro que las editoriales de la isla no fueron muy
entusiastas con ese libro-. Y entre los estudiantes universitarios cubanos el
saber que existe un marxista censurado, o al menos relegado al ostracismo, es
algo que en consecuencia llama la atención. Eso ya sucedió con Gramsci,
Foucault, Bourdieu y Rosa Luxemburgo, que nunca fueron prohibidos, pero que
desaparecieron de las librerías o, la mayoría de las veces, nunca se
publicaron.
Panel con (izquierda a derecha) Robert Brenner, Suzi Weissman, Paul LeBlanc, Eric Toussaint. |
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